
El término «ninfomanía» fue creado por la psicología moderna para aludir al «deseo de mantener relaciones sexuales a un nivel lo suficientemente alto como para considerarse clínicamente relevante».
Según la mitología griega, una ninfa es una divinidad menor, de la categoría de los démones.
Los démones eran seres semidivinos cuya función era alentar y animar la naturaleza. Se las describe como juveniles, bellas y juguetonas. Personificaciones de las actividades creativas y alentadoras de la naturaleza, la mayoría de las veces son identificadas con el flujo dador de vida de los manantiales. Pese a su naturaleza semidivina, son mortales, aunque viven vidas prolongadas.
Se dividen en varias categorías: están las náyades, que son las ninfas de las fuentes; las nereidas, del mar; las orestíades, que son las de las montañas; las melíades, que habitan en los fresnos y las dríades o hamadríades, que son las que custodian los árboles.
Las ninfas tendían a frecuentar zonas alejadas de los humanos pero podían ser halladas por viajeros solitarios fuera de los pueblos, donde podía oírse su música y estos podían espiar sus bailes o baños en un arroyo o charca, ya fuera en el calor del mediodía o a medianoche. Podían aparecer en un torbellino.
Estos encuentros podían ser peligrosos, provocando enmudecimiento, enamoramiento, locura o apoplejía al desafortunado humano.
Debido a la representación de las ninfas mitológicas como seres femeninos que mantienen relaciones con hombres y mujeres a voluntad, y completamente fuera del dominio masculino, el término se aplica a menudo a quienes presentan una conducta parecida. Se puede emplear para referirse a una mujer de costumbres libres, sin ataduras.